
La COP25 se celebrará en Madrid y estamos enfocados en Chile en el tema social que vivenciamos, el cual requerirá de muchos recursos de la nación. A esto le sumamos, que el cambio climático no ha parado en las últimas semanas, y que la ciencia indica que Chile es un país muy vulnerable a éste, y que los más perjudicados serán los chilenos de menos recursos.
La semana pasada Acera nos invitó a soñar Energía 2030 y la discusión se centró en la sustentabilidad, que cabe recordar contiene tres elementos básicos, el ambiental, el económico y el social. Esta invitación a soñar nos permite preguntarnos si es necesario que Chile gaste anualmente unos USD 8.000 millones importando combustibles fósiles, que además provocan un cuantioso gasto social de varios miles de millones de USD por año, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero en los que se incluye el material particulado y el cancerígeno “black carbon”.
Chile es un país bendecido en energías renovables, con un potencial de entre 50 y 80 veces de toda la potencia eléctrica instalada hoy. Hay que recordar que la electricidad es sólo el 22% de la energía consumida en Chile y no debemos olvidar los graves problemas ambientales que tenemos con el restante 78% de la energía que usamos quemando combustibles. La peor parte son los 16% que consumimos en biomasa y leña “barata” (por ser húmeda) y que causa estragos en las ciudades del centro-sur del país.
¿Cómo aprovechamos la energía renovable limpia que tenemos en Chile? Lo único que hemos hecho hasta ahora a escala industrial es generar electricidad renovable, fotovoltaica y eólica (ERNC) y la excelente, pero vilipendiada electricidad hídrica convencional. Para transportar electricidad desde el sitio donde se genera hasta dónde se consume, se requiere de trazados de transmisión y distribución, y esa infraestructura no es sólo cara, sino que se está volviendo imposible usar el territorio necesario por falta de ordenamiento territorial. Tampoco podremos electrificar todos los usos de energía, especialmente la para el transporte (33%).
Nuestro sueño es que volvamos a utilizar las moléculas como vector energético, ya que desde siempre hemos importado nuestra energía en forma de moléculas (carbón, petróleo, gas natural, etc.). El vector energético del futuro es el hidrógeno verde producido con electricidad renovable. A nivel mundial se le está dando muchísima importancia a este combustible, cuyas emisiones en el uso son solamente agua pura.
Según la IEA, la agencia internacional de la energía, se ha determinado que Chile es el país que podrá generar el hidrógeno verde más barato del mundo. Así que fuera de sustituir importaciones de combustibles fósiles, podremos soñar con una nueva industria química para incluso exportar a ultramar el hidrógeno verde y sus derivados (amoníaco, nitrato de amonio, etanol, bencinas sintéticas, etc.). Aquí tenemos una fuente renovable para generar los recursos que requiere Chile.